Stephanie Fabra

Con el diseño creo el mundo que con mis palabras cuento.

Soy Fefii, con dos íes. Soy estudiante avanzada de la Licenciatura en Diseño de Comunicación Visual en la Universidad de la República, Uruguay.
Era aún una niña cuando percibí que los colores, las tipografías y las formas transmiten ideas, sensaciones y emociones y sus combinaciones son capaces de contar historias. Y si miro atrás, es desde entonces que el diseño y las palabras le dan forma a mi mundo.

Sobre mí

Stephanie Fabra

DISEÑADORA EN COMUNICACIÓN VISUAL

Hola, soy Fefii. Sí, con dos íes, porque así es más feliz y más yo. Viene de Stephanie, como Stefanie, la de Zitarrosa, porque de ahí viene; y como él, soy uruguaya. Y aunque no soy poeta, las palabras también son mi pasión.

Como El Cuarteto de Nos dijo, no hay tres minutos ni hay cien palabras que me puedan definir. Sin embargo, sí creo que hay algunas tipografías que pueden revelar cómo soy, la geométrica Poppins, la clásica Arial, la loca Ravie, la fantástica Cinzel Decorative o la vintage Courier New, pero ninguna revelará tanto de mí como mi propia caligrafía.

Mi camino en el diseño

¿Qué me define como diseñadora?

Siempre estoy aprendiendo nuevas formas de comunicación y me gusta experimentar con todas ellas. Disfruto trabajar en diversos campos del diseño gráfico aunque mi enfoque principal es el diseño editorial, particularmente me interesa el diseño de portadas de libros y el diseño de tipografía. También me apasiona el branding, ya que me permite crear conexiones significativas entre las imágenes y la identidad, contar historias y transmitir emociones.
Además, me encanta explorar el arte generativo, ya que combina mis habilidades de programación con el diseño y abre una puerta inmensa al mundo creativo. También tengo experiencia en edición de video y programación web, herramientas que considero versátiles para expandir las posibilidades creativas.

¿Qué inspira a mi proceso creativo?

Creo firmemente que los diseñadores tienen una responsabilidad significativa como comunicadores y agentes sociales. Estoy convencida que el impacto que pueden generar, junto con el poder del lenguaje visual, hace que el diseño sea una herramienta ideal para facilitar las transiciones hacia un futuro mejor. Por ello, mis proyectos no son vacíos ni superficiales, sino que están cargados de contenido y sentido. Dedico gran parte del proceso a investigar y valorizar cada propuesta, no solo para alejarme de soluciones simples y previsibles, sino también para transmitir una idea con profundidad. Me interesa que cada proyecto comunique algo valioso; por eso, priorizo entender el contexto y los valores que lo atraviesan. No se trata solo de resolver un problema visual, sino de aportar una mirada consciente y reflexiva que conecte con las personas.

¿Qué inspira a mi pensamiento del diseño?

Escucho y leo mucho sobre diseño. Creo que es una disciplina compleja de entender pues su ubicuidad y naturaleza interdisciplinar así como su dinamismo inherente que deriva en su constante transformación y su indiscutible relación con las sociedades, hacen que sea difícil definir sus límites y sus métodos. Y esto sólo hace que me den más ganas de investigar sobre ello.
En mi recorrido, me he encontrado con algunas voces como Raquel Pelta, Victor Papaneck, Mariana Salgado, Jorge Frascara, Cecilia Mazzeo, Donald Norman, Silvana Juri, Leslie Kern, Arturo Escobar, Jorge Camacho, Irene Vallejo, Ellen Lupton, Anne Chick, Neville Brody, Byung-Chul Han, Ezio Manzini, Tomás Maldonado; y muchas otras voces, canales, podcast, escritos, refelxiones; que forman y mantienen en crecimiento mi pensamiento del diseño.
En un mundo complejo de seres complejos con mentes complejas, el diseño sistémico y el diseño social son los principales ejes de mis fundamentos sobre la disciplina, sus objetivos, beneficios y posibilidades.

¿Cómo empezó todo?

Cuando era niña, solía quedarme en una especie de parque natural y silencioso donde había un viejo y destartalado fuerte de madera en desuso. Después de conseguir subirlo, me sentaba allí y soñaba con aventuras mágicas. Los árboles y el sonido de las aves me transportaban y de repente me encontraba en otro reino, rodeada de hadas, sirenas y cascadas. No tardé mucho en llevar un lápiz y un cuaderno. Sin saberlo, ese día me convertí en escritora.
Escritas en una línea, las palabras empezaron a formar párrafos y los párrafos se convirtieron capítulos y éstos en un sueño: escribir mi propio libro. La niña fue creciendo y las palabras cambiando, pero el sueño seguía allí y entonces la necesidad de darle forma al libro maduró con ella: ¿Cómo sería su portada? ¿Qué colores tendría? ¿Qué colores representaban mejor mi historia? ¿Cómo se vería mejor el título? ¿Qué tipografía transmitía mejor mi idea?
No pasó mucho tiempo antes de darme cuenta de que los colores, las tipografías y las imágenes eran poderosos y que su conexión con las emociones y las ideas era un vasto mundo al que quería adentrarme.
Así fue como empecé a hacer portadas de libros, aunque entonces no sabía que todo aquello tenía una teoría y un nombre, y entonces tampoco sabía que varios años más tarde por fin me decidiría a formalizar aquel interés, confiar en mí misma y estudiar para dedicarme a lo que realmente me gusta. Con algunos empujoncitos más, en 2022 por fin decidí estudiar diseño de comunicación visual y construir el futuro que quiero para mí.
Hoy abrazo con cariño a esa niña valiente que no temía en trepar aquellas maderas y subir a lo alto para soñar, recuerdo con nostalgia a esa niña que decidió aprender por sí misma a crear su primer portada y miro con orgullo el reflejo en el espejo de la diseñadora en la que me estoy convirtiendo.

Educación

  • 2022 - 2025

    Universidad de la República

    Licenciatura en Diseño de Comunicación Visual
  • 2020 - 2022

    Universidad de la República

    Licenciatura en Matemáticas

Experiencia

  • Ahora

    Disponible para trabajar

    Me entusiasma una nueva experiencia laboral para aplicar mis habilidades y seguir aprendiendo diseño.
  • Freelance
Artículos

Diseño en resonancia

Diseño en Resonancia es un espacio donde exploro el diseño a través de ensayos, examinando su relación con la cultura, la sociedad, la transformación, la sostenibilidad y la búsqueda de futuros posibles. Esta sección está dedicada al pensamiento crítico y al debate, con el objetivo de ampliar nuestra comprensión del diseño más allá de lo visual.

Entre mis referentes clave se encuentran voces como Raquel Pelta, Jorge Camacho, Mariana Salgado, Arturo Escobar, Jorge Frascara, Silvana Juri, Victor Papanek, Umberto Eco, Daniela Pelegrinelli, Walter Benjamin, Svetlana Alpers, entre otros.

  • 01

    Estética del diseño

    Cuando pensamos en estética, ciertas palabras vienen a la mente: belleza, perfección, armonía...

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  • 02

    ¿Qué cuernos es el diseño?

    Ni la definición de la RAE ni la de ChatGPT agotan el significado, y tampoco lo hará ninguna conjetura que se aventure en este texto...

    Este podría ser uno de esos textos que comienzan con una reflexión íntima, cuidadosamente elaborada para conmover al lector y captar su atención desde la primera línea. Sin embargo, en lugar de eso, el texto comienza —como tantos otros— con una definición de la Real Academia Española (RAE).

    Podría parecer una decisión poco original, incluso un tanto árida. Pero de hecho, lo identifico como un gesto instintivo: en medio del desconcierto, intentar encontrar algo conocido y aferrarse a ello para empezar a construir.

    Hablando de cosas instintivas, verás que a lo largo del texto se plantean más preguntas que respuestas, porque ¿de qué va la vida, si no es de eso?

    Definiciones duras y blandas

    La Real Academia Española define “diseñador” como “persona que se dedica al diseño, especialmente para fabricar algo después”. Una frase más confusa que esclarecedora.

    Aun así, entre la opacidad de esa definición hay una idea que vale la pena rescatar: fabricar algo después. La noción de que el diseño antecede a la acción tangible, que lo precede, lo guía, se corresponde con la idea del diseño como un proceso meditado y planeado a través del cual se proyecta algo.

    Sin embargo, la RAE también ofrece la siguiente definición: “Designa especialmente a la que diseña moda”. Y es aquí donde debemos respirar hondo y cuestionarnos lo que acabamos de leer. No tanto por el artículo utilizado —pues ese sería tema para otro gran debate— ni por la referencia a la moda en sí, sino por el deliberado y simplificado estrechamiento de un campo tan vasto, complejo y multifacético como el diseño, a tan sólo una de sus muchas ramas.

    Así, queda claro que buscar definiciones oficiales puede no ser suficiente. ¿Dónde más podríamos acudir? ¿Qué otra voz podría ayudarnos a entender qué es un diseñador?

    Una fuente...distinta

    Una posibilidad evidente por estos días—quizás demasiado evidente como para no aprovecharla— es consultar a la inteligencia artificial.

    Al preguntarle a ChatGPT "¿Qué es el diseño?", nos ofreció dos respuestas bastantes más acordes:

    "El diseño es el proceso de planificar y crear soluciones visuales, funcionales o estructurales para resolver un problema o satisfacer una necesidad. Se aplica en muchos campos (como gráfico, industrial, arquitectónico, digital, de moda, etc.) y combina elementos creativos, técnicos y prácticos."

    Y una definición general:

    "Diseño es la actividad mediante la cual se conciben y desarrollan objetos, sistemas, servicios o experiencias que buscan cumplir una función específica, con intención y propósito."

    Más allá del contenido —que sin duda ofrece una visión más rica que la de la RAE—, hay un detalle interesante para resaltar: estamos utilizando una herramienta diseñada para ayudarnos a comprender qué es el diseño. Esta paradoja no es menor. La propia IA forma parte de un proceso de diseño: fue programada, entrenada, puesta a disposición mediante una interfaz interactiva. Consultarla es, en sí misma, una práctica de diseño en acto.

    Ahora bien, volvamos a sus definiciones. La primera cosa que podemos notar es la aparición del concepto "planificar", algo que intuíamos de la definición planteada por la RAE y que pone de manifiesto la relación del diseño con los procesos de ideación y desarrollo. Asimismo, también trae a colación la amplitud de la disciplina, proponiéndola como un campo interdisciplinar que combina los aspectos teóricos y prácticos de las disciplinas con las que interactúa para, como bien propone la segunda definición, concebir no sólo objetos y soluciones, sino también sistemas, servicios o experiencias.

    Ya que preguntar es gratis, podemos ir un poco más lejos. Ante la pregunta “¿Qué es un diseñador?”, la respuesta presentada por la IA fue:

    “Un diseñador es alguien que da forma a las ideas, que traduce conceptos en soluciones visuales, funcionales y significativas. No solo crea cosas bonitas, sino que organiza información, comunica mensajes y resuelve problemas a través de la composición, el color, la tipografía y otros elementos visuales. Un diseñador observa, analiza, experimenta y construye. Piensa en el usuario, en el contexto y en la emoción que su trabajo puede generar. Su trabajo está en todas partes: en los libros que leemos, en los objetos que usamos, en la identidad de las marcas, en la ciudad que habitamos. En definitiva, un diseñador moldea el mundo que nos rodea.”

    En línea con lo planteado anteriormente, de esta definición emergen palabras clave: traducir, construir, moldear. Todas sugieren un proceso, una transformación. Aquí se profundiza un poco más en un aspecto mencionado en las priemras dos definiciones: dar solución a algo. Como bien señala, no se trata solamente de hacer cosas bellas; se trata de investigar, analizar, observar y crear soluciones significativas, pensadas para un contexto y para un usuario.

    Podríamos entonces arriesgar una primera síntesis: el diseño implica un proceso proyectual que parte de una idea, concepto, necesidad o problema, y que busca dar forma a una solución funcional, significativa y situada.

    Hasta aquí, todo bien. Pero sigue siendo complejo, ¿por qué?

    Lo que otras voces dicen…

    Parte del problema radica en que el diseño no es un campo fijo o cerrado. Sus significados cambian con el tiempo, con las culturas, con las necesidades de cada época.

    El antropólogo colombiano Arturo Escobar, en Autonomía y diseño (2016), afirma que una de las dificultades para pensar el diseño es su ubicuidad. El diseño está en todas partes, incluso en aquellas que no solemos identificar como tales. Nuestra vida cotidiana, especialmente en contextos urbanos y modernos, está profundamente diseñada: desde el mate en el que tomamos mate cada mañana antes de ir a trabajar, hasta el propio acto de trabajar para obtener dinero y sostener nuestro estilo de vida. El sistema vial, la economía, la política. Todo forma parte de un entramado cultural que también fue diseñado. El diseño no se limita a los objetos tangibles. Como Escobar sugiere, también moldea prácticas, significados, formas de vida. Diseñamos relaciones, sistemas, experiencias.

    Esto vuelve aún más difícil establecer una definición concreta. Y quizás, por eso mismo, cada persona entienda algo distinto cuando habla de diseño.

    Víctor Papanek, en los años setenta, ya advertía que el diseño es una facultad inherente al ser humano. Desde tiempos prehistóricos, diseñamos herramientas para asegurar nuestra supervivencia, diseñamos estructuras para refugiarnos, estrategias para cazar y alimentarnos, y diseñamos modos de vida para sobrevivir. De modo que, en algún sentido, todos fuimos y somos diseñadores.

    Con respecto a ello, mucho más acá en el tiempo, Ezio Manzini retoma esta idea al afirmar que, en un mundo en transformación constante, todos diseñamos: algunos de forma profesional, otros como parte de su vivir cotidiano.

    Entonces, ¿qué distingue a un diseñador profesional de cualquier otra persona?

    De lo industrial a lo social

    Durante mucho tiempo, el diseño se pensó como aliado de la industria: una herramienta para crear productos atractivos que impulsaran el consumo. Papanek criticó ese enfoque por su carácter nocivo, denunciando la superficialidad y el desperdicio que muchas veces lo acompañaban.

    Hoy, sin embargo, se abre paso una concepción diferente: el diseño como agente de transformación social. Se habla de diseño para la transición, de diseño ontológico, de diseño sistémico, de diseño para el bien común. De diseño social. Cada una de estas variantes amplía el campo y la responsabilidad del diseñador, mostrando que ya no alcanza con crear cosas funcionales o visualmente atractivas. También se espera que el diseño sea sustentable, ético, consciente.

    Algo que, de hecho, no es nuevo, pues en el manifiesto de diseño First Things First 2000 treinta y tres diseñadores gráficos, directores de arte y comunicadores visuales ya exclamaban:

    "Existen propósitos más dignos de nuestras habilidades para resolver problemas. Crisis ambientales, sociales y culturales sin precedentes demandan nuestra atención."

    En este sentido, me atrevo a afirmar que el diseño no es un fin en sí mismo, sino un medio para imaginar y construir futuros más habitables.

    Los apellidos del diseño

    Es cierto que la expansión del campo ha generado múltiples especializaciones: diseño industrial, diseño gráfico, diseño de moda, diseño de experiencias, diseño de servicios, diseño sistémico, diseño de interiores, diseño web, diseño de packaging, diseño editorial, diseño participativo, diseño de información, diseño publicitario… y la lista continúa; y cada una de estas ramas se ocupa de resolver diferentes tipos de problemas, con distintas herramientas, procesos y objetivos.

    Parte de la dificultad para entender qué es el diseño es que, si bien todas estas ramas se agrupan bajo la misma etiqueta, no necesariamente comparten un lenguaje común. De hecho, tampoco hay un leguaje estándar evidente en cada ramificación, pues cada diseñador tiene procesos y métodos de diseño propios e independientes de los demás que, incluso, pueden no resultan evidentes para sí mismo. ¿Qué hacemos cuando diseñamos? ¿Cuál es la receta para diseñar? ¿Son los diseñadores completamente conscientes de su proceso de diseño? ¿Podrían describir con exactitud cada uno de sus pasos al momento de diseñar? ¿Es replicable este proceso?

    Verónica Devalle, socióloga especializada en cultura y diseño, menciona que a los diseñadores les resulta bastante dificultoso dar respuestas a esas preguntas pues describir las lógicas detrás de sus procesos de diseño resulta en lo que ella denomina "una caja negra", una acción sin una consciencia plena de su realización. Quizás esto deviene del hecho que diseñar parece casi como una actividad inherente del ser humano. No obstante, que para muchos diseñar sea un "hacer sin ser plenamente autoconsciente de aquello que se está haciendo en ese proceso", como Devalle menciona, no significa que sea un mero resultado de la casuística.

    Por otra parte, la gran cantidad de ramificaciones de la disciplina implica también que, por ejemplo, la diseñadora de modas y el diseñador estratégico puedan no tener ningún interés en los problemas que enfrenta el otro en sus actividades. Y sin embargo, ambos diseñan. ¿Qué comparten y en qué se diferencian sus procesos creativos? ¿Cómo podemos definir qué hace a un diseñador ser un diseñador? ¿Cuál es el diseñador típico en el que podríamos basarnos? ¿Quién sería “más diseñador” de todos los diseñadores posibles? ¿Acaso esto se puede medir?

    El buen diseño y sus criterios

    La pregunta por el buen diseño es inevitable. ¿Qué hace que algo esté bien diseñado? ¿La estética? ¿La funcionalidad? ¿La claridad del mensaje?

    No hay una única respuesta. Aunque existe cierta intuición compartida —todos reconocemos un diseño fallido cuando lo vemos—, los criterios son múltiples y muchas veces contradictorios. La percepción del diseño está mediada por la experiencia, el contexto, la cultura; y lo que para algunos es una solución brillante, para otros puede resultar insatisfactoria o inadecuada.

    Burton Kramer, diseñador y artista canadiense, afirmaba en su ensayo "El Hambre" que los verdaderos diseñadores son expertos en generalidades: absorben todo lo que pueden y así saben cocinar “sabrosos platos para todas las ocasiones”. Una metáfora gastronómica que sugiere que el buen diseño requiere de un paladar sensible, pero sobre todo de un almacén de asociaciones y conexiones que se activa al momento de proyectar.

    Agrega además que “nuestra reacción ante cualquier forma se ve modificada (algunas veces de modo considerable) por las maneras en que se relaciona con nuestro almacén de asociaciones, paralelos y conexiones”. ¿Serán las características de este almacen las que hacen a un buen diseñador? ¿Será que un buen almacén hace a un buen diseñador?

    Kramer también menciona:

    “Los diseñadores y otros tipos (hambrientos) creativos se interesan en un variado menú que puede incluir juguetes, escultura africana, arte y artefactos precolombinos, máscaras indonesias, rompecabezas, música, formas de letra, signos, muñecas, Molas, revistas, libros, más libros, intentando encontrar a través de todo esto qué está sucediendo, intentando aprender cómo todo llegó a ser de esta manera. Y a lo largo de este proceso interminable el diseñador que sabe un poco de un montón de cosas comenzará a unir las partes, a establecer los paralelos y a hacer las conexiones”.

    Esto abre una nueva perspectiva: hay tantos caminos posibles para diseñar como conexiones dentro de cada almacén. ¿Qué posibilidades hay entonces de definir el proceso de diseño?

    Quizás el buen diseño no sea una fórmula y no tenga que ver con una cuestión estética —aunque ese también es un debate para otro artículo—, sino una práctica atenta, consciente, informada, compuesta por un equilibrio entre intuición, conocimiento técnico, sensibilidad estética y responsabilidad ética, donde se tiene en cuenta tanto la complejidad del contexto en donde está situado como la naturaleza del problema al que se enfrenta.

    Un mapa sin fronteras

    Volvemos a la pregunta inicial, pues después de todo aún no dijimos qué cuernos es el diseño.

    Ni la definición de la RAE ni la de ChatGPT agotan el significado, y tampoco lo hará ninguna conjetura que se aventure en este texto, pues mis sesgos impiden una completa objetividad al respecto. Por el mismo motivo, por muy útil que pueda resultar para algunos desafíos que enfrenta la profesión, tampoco creo que ningún predicamento profesional pueda explicitar de una vez y para siempre qué es y qué comprende el diseño. Pues, sea lo que sea que se entienda como diseño, no es, desde luego, una definición estática.

    Que cada quién determine su propio matiz de la definición según lo que más le parezca y en el momento en que le parezca. Tal vez la cuestión no sea definir al diseño o al diseñador, sino aceptar su constante redefinición y entender que es lo que molde al mundo, algo tan vasto como la mirada de quien lo piensa y lo practica. Como un mapa sin fronteras.

    En ese sentido, elijo creer en el matiz verde, pues me parece que hoy, más que nunca, está llamado a acompañar las transiciones culturales, sociales y ambientales que estamos atravesando.

    Creo en el diseñador como un moldeador de realidades, toma lo intangible —ya sea un concepto, una necesidad, una emoción— y le da forma en el mundo físico o digital, alterando la forma en que las personas experimentan su entorno. Y si todos somos diseñadores y diseñamos, todos somos capaces de moldear la realidad en la que vivimos. Entonces, la pregunta que tal vez valga más la pena es: ¿cómo queremos diseñar el mundo en el que vivimos?

  • 03

    Diseñar para el mundo real

    For me, design is not what the RAE defines, but it is a bit more like what ChatGPT said...

    Tokyo is a leading web design agency with an award-winning design team that creates innovative, effective websites that capture your brand, improve your conversion rates, and maximize your revenue to help grow your business and achieve your goals.

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